UBER, CONFLICTO NO TECNOLÓGICO
Germán
Palomo García
Arrecia
el conflicto entre taxistas (mejor propietarios de los grandes) y la aplicación
Uber para servicio de transporte público, específicamente en taxis y de los
amarillos. Sin querer, he seguido las distintas manifestaciones en muchos
países contra esta innovación tecnológica y siempre se le ha hecho aparecer
como una reacción a una innovación tecnológica calificada de natural por la
consabida resistencia al cambio. Sin embargo, el tema no tiene nada que ver con
tecnología sino con los intereses creados desde que a los taxistas los
obligaron a pagar un cupo para poder trabajar, dinero que va a parar a
bolsillos particulares y que, siempre es superior al precio del vehículo, algo
inadmisible pero con la aceptación, por acción u omisión, del gobierno. ¿Qué
explicación existe para que un conductor deba pagar por explotar un taxi, un
valor superior a la inversión que debe hacer para adquirir el vehículo y, más
grave aún, facilitar que un particular, no el Estado, se lucre con esta
exigencia? ¿Si el uso de la aplicación Uber facilita su labor, por qué no
utilizarla? La respuesta no tiene nada de tecnológica: Los que la están usando
no están pagando los millones para obtener un cupo. De ahí que sean calificados
como ilegales. En otras palabras, por lo menos en Colombia, la amenaza apunta a
eliminar esta barrera de entrada absurda, algo que ya está ocurriendo en
Bogotá. De ocurrir esto, es claro que quienes pagaron sus cupos perderán lo
invertido porque nadie le va a reconocer más allá del valor del vehículo.
Mientras la lucha se concentra en esta defensa hay pasos de animal grande y se
estudia reducir, sino eliminar, el cupo y destinarlo, como ingreso fiscal. Claro que perder esta inversión de muchos
años golpearía a miles de trabajadores que aceptaron esta condición y que
esperan recuperarla cuando se retiren. Pero, deben prepararse para lo peor o,
por lo menos, para reducir sus expectativas de recuperación. Lo ocurrido en
México, que acordó permitir la operación de Uber con el pago de un valor por
cada carrera realizada, es un toque de alerta. Por supuesto que el tema no es
fácil pues es una guerra de intereses de poderosos que lo son gracias a los
cupos y por explotar a los taxistas que laboran sin la mínima seguridad social
arropados por un supuesto contrato de arrendamiento del vehículo y no con un
contrato de trabajo como realmente es. Ojalá se mejore la transparencia en este
negocio con un enorme componente social.
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