LAUDATO SI
Germán
Palomo García
Una
verdadera revolución ha causado la encíclica del Papa Francisco sobre la
tremenda realidad del planeta: Lo estamos convirtiendo “en un depósito de
porquería” en palabras del Pontífice. ¡Y no es mentira! Los ejemplos abundan:
los mares son depósitos de desperdicios altamente contaminantes, Los lechos de
los ríos son canal natural para evacuar residuos contaminantes sin ninguna
preocupación por las fuentes de agua. En este sentido, el Santo Padre no dice
nada nuevo. Solo contribuye a que, escuchando su voz, adquiramos más conciencia
sobre el daño monumental a la madre tierra, a la Pacha mama. Los medios,
especialmente los de Estados Unidos, que se sientes tocados por la encíclica
Alabado Seas, se apresuraron a calificarla como un ataque frontal a las
multinacionales y al gran capital. No hay tal. Para decirlo globalmente, es un
ataque al consumismo desaforado que el modelo de crecimiento (no desarrollo) ha
puesto como condicionante absoluto para ampliar el comportamiento económico.
Tampoco es cierto esto. Lo que se viene produciendo es una manipulación de la
economía mundial por el gran capital que ha desvirtuado la Ley Divina de la
economía: La Ley de Oferta y Demanda en defensa de intereses particulares
soportados por los productores globales que, a toda costa, buscan mantener su
tasa de ganancia que no tiene bandera, ni color ni raza. Si esto no es cierto,
¿por qué se atacó hace 25 años el ingreso de los carros eléctricos al mercado?
Para resguardar los intereses de los petroleros así los combustibles fósiles
estén reconocidos como altamente contaminantes. Es tan evidente su aporte a la
destrucción del planeta que hoy están alentando el uso de los carros eléctricos
(y motos y otros vehículos) y otras alternativas de movilización de los
humanos. También, ¿por qué los productos durables tienen fecha de expiración
como si fueran alimentos? Porque es necesario crear un mercado de sustitutos en
lugar de ampliar el mercado vinculando más población a productos y servicios de
los que carecen (800 millones de personas en el mundo no tienen acceso a la
energía eléctrica, por ejemplo). El comunismo, que de plano estoy convencido de
que no es una solución política ni social, nos da enseñanzas de cómo vivir decorosa
y frugalmente. En la URSS que conocí, todas las viviendas tenían la misma
nevera y con el mismo servicio: Mantener los alimentos. No había peleas entre
vecinos sobre el tipo de refrigerador, si mejor o más moderno. Como crecer?
¡Ampliando la cobertura del mercado en lugar de restar vida útil a las cosas!
Ojalá se abra el debate.