LA
CIUDAD ENJAULADA
Germán Palomo García
Un amigo que visitó Neiva en el
primer puente de este Junio observó lo que he venido comprobando desde el punto
de vista urbanístico: El cierre de las viviendas con verdaderas jaulas de piso
a techo en las fachadas. Para mi amigo, la impresión que le produjo fue de
inseguridad y si leyó el comentario del analista Rangel sobre que Neiva es la
segunda ciudad insegura del país, fácilmente relacionará esa costumbre de
relativamente pocos años con hechos de inseguridad lo cual, por lo menos en
ciertos sectores, es una lamentable realidad. Sin embargo, hay otras causales
por las que la gente enjaula sus viviendas y, en mi opinión, la inseguridad es
la menor de las justificaciones pues en todas las viviendas de estratos 1, 2 y
3 e independiente de su ubicación, una vez se construye, de inmediato se
encierra. La más importante es el aprovechamiento de un área importante para
ampliar la sala, o estacionar su vehículo. En el primer caso, el espectáculo es
lamentable pues se observan hamacas, juegos de sala, bicicletas, etc. Etc.,
haciéndose una curiosa “modernización” de las salas de estar, buena parte de
ellas al aire libre. Pero hay un factor que se desconoce completamente con esta
nueva cultura: El espacio público y, particularmente, los andenes. He
comprobado que el espacio que queda para el andén no supera los 60 cms. de
ancho y hay diferencias importantes en la forma de construir estos andenes.
Unos inclinados para poder estacionar el vehículo y otros a diferente altura.
El costado norte de la avenida Buganviles, frente a la zona de restaurantes, es
un claro ejemplo de la forma como se impone, contra el espacio público, esta
cultura.
Vale la pena que el
aprovechamiento del espacio público que promueve la administración del Alcalde
Pedro Suárez, tenga en cuenta esta situación. La ornamentación debe ser un
renglón económico muy promisorio en Neiva y el Huila pero quienes creemos que
se debe vivir de acuerdo con el entorno (clima, suelo) no podemos menos que
lamentarnos de una cultura como la que comento que ofrece un pobre espectáculo.
Cada uno vive como quiere, me dirán. Sí, respondo por anticipado, pero la
ciudad nos pertenece a todos y el disfrute se da también en una urbe que invita
a pasearla y no a recordarnos siempre la época de los guetos.