BOLIVIA,
AÑOS 50: ASÍ ESTAMOS
Germán Palomo García
La decisión del Tribunal Superior
de Bogotá de exigir al presidente Santos reintegrar en el cargo al Alcalde de
Bogotá, Gustavo Petro es un episodio más de la increíble cadena de aciertos y
desaciertos de la justicia colombiana que poco ayuda a crear una imagen del
país en el exterior que la califique mejor en un mundo globalizado donde las
ocurrencias más simples pueden generar distorsiones en los mercados y
desestimular la llamada confianza inversionista sustentada ampliamente en la
estabilidad jurídica.
Lo que estamos presenciando en la
escena bogotana me llevó a un hecho muy comentado en la vida diplomática
moscovita en el periodo 1.979-81, que tuve la oportunidad de vivir y que fue
divulgado por el eterno Canciller Andrei Gromiko (estuvo por más de 40 años en
ese alto cargo). Un ministro de Economía de Bolivia estaba de visita oficial en
Moscú en la década de los cincuenta, una época marcada por los continuos golpes
de Estado en el país sureño, un verdadero récord en la política latinoamericana
y mundial. Mientras atendía la reunión con el Canciller Gromiko recibió la
noticia de que su presidente había sido depuesto por lo que, en una posición
ética, informó de inmediato a su interlocutor
soviético que no podía continuar
con las conversaciones porque no tenía ninguna representatividad oficial, tan
exigida y respetada por los soviéticos. La reunión, obvio, se suspendió pero la
sorpresa para Gromiko fue que, horas después, el mismo día, volvió el ministro boliviano
para solicitarle que reanudaran las conversaciones porque el presidente
boliviano había recuperado el cargo y este lo había ratificado. Vale anotar que
Gromiko contaba lo ocurrido como una anécdota caricaturesca de la política
boliviana, totalmente inaceptable para un país pero mucho más para la antigua
Unión Soviética que, aún hoy desintegrada, es un protagonista mundial bajo la
égida rusa.
Esto es lo que estamos
mostrando al mundo desde Bogotá, la capital de la República que aspira a
convertirse en la capital latinoamericana sede de importantes corporaciones
internacionales y que da visos, en algunos sectores, de un nivel de vida
internacional, factor que ayuda a una visión que atrae capital foráneo. Pero,
contradictoriamente, se maneja como en la Bolivia del siglo pasado. Será que a
Bogotá se le puede aplicar el adagio de que la economía va bien pero el
gobierno va mal?