ENVIDIA
DE LA BUENA
Germán Palomo García
Al tiempo que el desarrollo de la
infraestructura vial en Ecuador es admirada y destacada por la prensa
colombiana no solo por los reales avances que comprobaron periodistas de la
revista Dinero(No.437 de Enero 24 de 2014) sino por la forma como se han
atendido los diferentes proyectos en términos de tiempo y valor, en el sur de
Colombia y particularmente en el Huila se sufre por el exceso en la utilización
de una vía que no ha sido habilitada para el transporte de crudo en 300 tracto mulas/día que, de acuerdo con
los representantes de los gremios reunidos para analizar el problema el pasado
lunes, no solo está acabando con la troncal del sur sino que ha causado varias
muertes a todo lo largo de los municipios por donde transitan y cambiado la
tranquilidad de la población que ha visto prolongar el tiempo del trayecto
entre Neiva y San Agustín con afectación para el turismo del sur del Huila en
contradicción con lo que se espera de los programas de promoción de los sitios
de interés turístico nacionales e internacionales.
Es claro que la causa es el atraso
en la infraestructura vial, un problema
inveterado y que seguirá como tal mientras no sea priorizado por el
gobierno. El sur nunca ha sido importante para los gobiernos centralistas. El
gasoducto al sur, que costaba 20 millones de dólares para continuarlo desde El
Hobo en 2005, nunca se realizó. Ahora nos están engatusando con la doble
calzada Espinal Pitalito que apenas está en ciernes y, contrario al Ecuador, aquí
todavía se terminan vías después de 50 años de planteadas (recordemos la vía al
llano, Neiva-San Vicente). De nuevo aparece el tren como solución y ahí estamos
peor: El país decidió, lamentablemente, darle la espalda al tren desde hace
mucho rato y el último intento de conectar al Huila con La Dorada y de ahí al
Atlántico desde Fortalecillas, fue abortada la licitación en 2006. Se requiere,
entonces, un cambio radical de mentalidad para que el tren sea una realidad de
aquí a 20 años. Conclusión: Hay que reclamar una solución inmediata que es la
regulación del tránsito de las tracto mulas con normas claras y exigentes como
el establecimiento de horarios especiales, límites de velocidad a riesgo de que la corrupción
aparezca. Cabe preguntarnos: Y las petroleras, que están haciendo por controlar
esa amenaza rodante? Este daño ambiental debe tener responsables que asuman con
seriedad el reconocimiento que nos corresponde. Pero ¡reclamando, no rogando!
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