jueves, 19 de febrero de 2015

¿OTRO CHIKUNGUÑA?

¿OTRO CHIKUNGUÑA?
Germán Palomo García
Tengo muchos amigos relacionados con el sector petrolero ya como ingenieros o técnicos o simplemente operarios no solo con actividades aquí en nuestro territorio sino en otros pozos fuera del departamento e incluso en el exterior en países distantes. Todos coinciden en que ya están soportando los efectos negativos del derrumbe de los precios del petróleo que, solo en el presente año, se estima un menor ingreso para el país de 9 billones de pesos y algunos mencionan cifras superiores. Cuentan casos de profesionales que ya han sido despedidos y, en días anteriores, acababan de comprar casa o hacer una inversión productiva que no podrán sostener. Otros ya saben que su contrato no será renovado a su vencimiento, lo cual, para muchos ocurrirá en los próximos tres meses. El mismo interés de los jóvenes por adquirir en las instituciones de educación para el trabajo y el desarrollo humano las competencias exigidas por el sector petroleros para, como lo esperaban, ganar mínimo cuatro millones de pesos mensuales se ha venido abajo.

Lo que aquí relato es otra epidemia como la del Chikunguña que tiene en ascuas a una buena porción de la población del departamento con más prevalencia en la capital, Neiva. Esto no deja de llamar la atención porque no es la primera crisis del petróleo por caída de su cotización internacional. Pero es producto de la excesiva dependencia de la locomotora minero energética en nuestro modelo económico que encegueció a los planificadores haciéndolos olvidar que, como toda mercancía, está sometida a los vaivenes del mercado y a su manipulación por intereses enormes que pueden torcerle el brazo a la vieja Ley de Oferta y Demanda. Antes, los otros sectores se comportaban con buena dinámica y se tenía claro el panorama mundial. Gracias a ello, el nivel de exportaciones no tradicionales creció significativamente lo cual hoy no se nota precisamente por la dependencia que menciono. La situación no es solo local sino mundial con capacidad de respuesta variada y con su mayor efecto en Venezuela. Las propias empresas petroleras están planteando usar las tierras petroleras para estimular proyectos agroindustriales y eco turísticos lo que no resulta fácil en todos los casos. El riesgo de corto plazo es que nos llenemos de moto taxistas, taxistas (que ya no es buen negocio por el mototaxismo) y más informalidad lo cual es un reto para las administraciones territoriales y el propio aparato productivo que tienen que poner en marcha muy rápido estrategias de choque para evitarlo. 

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