¿OTRO CHIKUNGUÑA?
Germán
Palomo García
Tengo
muchos amigos relacionados con el sector petrolero ya como ingenieros o
técnicos o simplemente operarios no solo con actividades aquí en nuestro
territorio sino en otros pozos fuera del departamento e incluso en el exterior
en países distantes. Todos coinciden en que ya están soportando los efectos
negativos del derrumbe de los precios del petróleo que, solo en el presente
año, se estima un menor ingreso para el país de 9 billones de pesos y algunos
mencionan cifras superiores. Cuentan casos de profesionales que ya han sido
despedidos y, en días anteriores, acababan de comprar casa o hacer una
inversión productiva que no podrán sostener. Otros ya saben que su contrato no
será renovado a su vencimiento, lo cual, para muchos ocurrirá en los próximos
tres meses. El mismo interés de los jóvenes por adquirir en las instituciones
de educación para el trabajo y el desarrollo humano las competencias exigidas
por el sector petroleros para, como lo esperaban, ganar mínimo cuatro millones
de pesos mensuales se ha venido abajo.
Lo
que aquí relato es otra epidemia como la del Chikunguña que tiene en ascuas a
una buena porción de la población del departamento con más prevalencia en la
capital, Neiva. Esto no deja de llamar la atención porque no es la primera
crisis del petróleo por caída de su cotización internacional. Pero es producto
de la excesiva dependencia de la locomotora minero energética en nuestro modelo
económico que encegueció a los planificadores haciéndolos olvidar que, como
toda mercancía, está sometida a los vaivenes del mercado y a su manipulación
por intereses enormes que pueden torcerle el brazo a la vieja Ley de Oferta y
Demanda. Antes, los otros sectores se comportaban con buena dinámica y se tenía
claro el panorama mundial. Gracias a ello, el nivel de exportaciones no
tradicionales creció significativamente lo cual hoy no se nota precisamente por
la dependencia que menciono. La situación no es solo local sino mundial con
capacidad de respuesta variada y con su mayor efecto en Venezuela. Las propias
empresas petroleras están planteando usar las tierras petroleras para estimular
proyectos agroindustriales y eco turísticos lo que no resulta fácil en todos
los casos. El riesgo de corto plazo es que nos llenemos de moto taxistas,
taxistas (que ya no es buen negocio por el mototaxismo) y más informalidad lo
cual es un reto para las administraciones territoriales y el propio aparato
productivo que tienen que poner en marcha muy rápido estrategias de choque para
evitarlo.
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