LAS CIUDADES 24 HORAS
Germán
Palomo García
Uno de los proyectos,
dentro de la avalancha que se presentará al estudio del Congreso en la presente
legislatura, y que ya empieza a causar escozor es el que establece (no diría yo
reglamenta o normaliza) las ciudades 24 horas entendiendo aquellas que pueden
operar día y noche en todas las actividades rutinarias de la vida citadina. Este
proyecto no tiene ningún sentido porque no se necesita una ley o un decreto
para que una ciudad tenga vida nocturna en su acepción más amplia y no, como se
piensa de inmediato, para ampliar el horario de los sitios de diversión. Se
requerirán normas para oficializar ciertas actividades como ampliar una jornada
laboral o permitir que la banca opere 24 horas y un servicio público se preste
durante todo el día, en fin, lo que justifique hacerse para reconocer las
nuevas condiciones pero no para “decretar” una ciudad 24 horas. Esta se va creando
con el cambio de costumbres y el reconocimiento de necesidades que antes no se generaban.
Valga un ejemplo muy nuestro. Los neivanos solíamos cenar a las 6 de la tarde y
no volver a salir de la casa. Esto ya no existe. Hoy hacemos mercado a las 7 de
la noche, incluso hasta las nueve, algo que 20 años atrás ni lo pensábamos. ¿Porqué
ocurrió esto? Los centros comerciales hicieron que cambiáramos nuestros
patrones de comportamiento, nuestras costumbres. Resulta agradable recorrer una
ciudad calurosa en horas de la noche y comer fuera y hacer compras, lo que
nunca se nos había ocurrido experimentar. Esto motivó la aparición de otros
negocios nocturnos incluidos los de venta de licor. Hoy Neiva realiza
actividades distintas a las de juerga, a las 10 de la noche pero el comercio
cierra a las 8, por lo general. Nada de esto requirió normas o decretos. Solo
el cambio de paradigmas. En Bogotá, un banco extranjero ofrece servicios 24
horas y las estaciones de servicio (en Neiva también) operan 24 horas en su
gran mayoría. Solo la creación de demanda es la que puede definir si una ciudad
opera 24 horas. Buenos Aires, por ejemplo, nunca duerme, pues hay teatro,
cines, oferta cultural y todo lo que complementariamente exige la gente. Lo
mismo diría de New York. En San Petersburgo, antes Leningrado, Rusia, durante
el verano existe el “festival de las noches blancas” cuyos eventos se realizan
a media noche porque el sol no se oculta y la gente disfruta la estación. Pero
nada de esto se hace por decreto. Sí se exige que el gobierno garantice
seguridad y buenos servicios que es lo que debería ocupar la atención de los
parlamentarios y gobernantes. Lo demás lo hace el mercado.
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