martes, 6 de mayo de 2014

¿INGENUIDAD O CONVENIENCIA? Germán Palomo García

¿INGENUIDAD O CONVENIENCIA?
Germán Palomo García

La declaración oficial de que “la mermelada” no constituye una ilegalidad y más bien es una excelente labor de los parlamentarios en favor de sus regiones, esconde lo que realmente ocurre cuando el gobierno concede a los políticos el privilegio de aprovechar los recursos públicos para mostrar gestión en favor de sus localidades. Uno de los argumentos en favor de esta decisión es que no se trata de nada nuevo pues siempre se ha hecho y resulta clave de la gestión parlamentaria. Hasta allí, por supuesto, no hay nada delictuoso y es cierto que el invento no es nuevo. Recuerdo que un domingo hace más de 30 años, en mi casa paterna mi hermana Nora, que ofició muchos años como secretaria del entonces representante a la Cámara Guillermo Plazas Alcid, desocupó un baúl de los recuerdos de todos los telegramas que este enviaba a las comunidades anunciando la consecución de un auxilio o la incorporación de una partida en el presupuesto de la Nación. Pero hasta allí llegaba su intromisión. Nunca llegaba a definir, por ejemplo, el contratista para adelantar las obras financiadas con los recursos públicos ni aprovechar el producto de su injerencia como ocurre ahora y que dio nacimiento a los famosos carruseles que pululan en componenda entre concejales y funcionarios y contratistas corruptos. Luego, al asumir la alcaldía de Neiva en 1987, encontré una simpática y paternal figura de Fondos creados por los concejales de la ciudad con recursos del presupuesto municipal denominados, la mayoría, con el nombre de sus padres como un paternal homenaje pero abiertamente ilegales por cuanto terminaban sustituyendo las partidas presupuestales oficiales mediante esta intermediación corrupta. Obvio, no alimenté estos fondos e invité a los concejales a acompañarme a la entrega de las obras y sin ninguna reserva reconocí la gestión del político sin perder la facultad ordenadora de los recursos de la ciudad. Hoy, los beneficiarios de “la mermelada” (no son todos sino los áulicos del gobierno) han convertido los dineros públicos en capital de trabajo para sus “empresas”, muy rentables no solo política sino económicamente y que van perpetuando la corruptela a niveles que la ingenuidad de fiscales y gobernantes no perciben. Será cierto o mejor, resulta conveniente no reconocerlo? 

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