EL
VERDE ESPERANZA
Germán Palomo García
La cumbre Río +20 que inicia hoy en
Río de Janeiro después de 20 años de realizada la primera, esboza de entrada
dos planteamientos alentadores para el futuro del planeta: Uno, la propuesta
colombiana de crear unos Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, a semejanza
de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, ODM, que siguen vigentes y
midiéndose en todo el mundo con el liderazgo de la ONU (PNUD) y el segundo, un
nuevo indicador, el Índice de Enriquecimiento Inclusivo, para medir la riqueza
de las naciones pero no solo con el tradicional Producto Interno Bruto, PIB,
sino, además de este con el capital natural y el capital humano para establecer
la correlación entre desarrollo y aumento o disminución de sus capitales natural
y humano.
El planteamiento colombiano es una
invitación clara a la evaluación permanente de los avances de los países en la
reducción del deterioro ambiental, una variable que aparece crítica en todo el
mundo y su ejemplo más claro es el cambio climático con consecuencias enormes
para el planeta. Al igual que los ODM, los
ODS servirán para hacerle seguimiento al papel real de los países frente a sus
responsabilidades ante el futuro del mundo pero no garantiza que la
sostenibilidad se alcance si los indicadores utilizados no sirven para
priorizar las inversiones en materia ambiental. En los ODM hay avances pero no
suficientes. Sin embargo, la herramienta es válida y ojalá sea acogida en esta
cumbre de Río+20.
El nuevo indicador facilita identificar
si el desarrollo de un país o de una región se está logrando a costa del
capital natural o a costa del capital humano. Lo que presentó la ONU para
sustentar su propuesta de indicador es aterrador: 19 de 20 países tomados como
muestra presentan una reducción alarmante de sus recursos naturales sin que las
condiciones sociales hayan mejorado. En materia de regiones, solo en el Huila
encontramos ejemplos preocupantes que tomamos como muestra: La explotación
petrolera en el área protegida de Miraflores, que se está planteando
suprimirla, los controles estrictos al proyecto El Quimbo y los sistemas de
protección no sostenibles que aún tenemos nos indican que aquí también tenemos
que aplicar las nuevas propuestas. Si no se acogen, con las actuales se puede.
Razón se tenía cuando se tomó el propósito de ser el Corazón Verde de Colombia,
que aún está por cumplirse.
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